jueves, 16 de enero de 2014

Carta #1 Mara


Hola!
Soy madre de un niño que ya tiene casi 3 años y se llama Nahuel.
En los próximos días nos vamos con él y mi compañero a pasar unos meses en Sudamérica, donde cada uno tiene a su familia.
Durante estos primeros años de vida de Nahuel hemos estado muy volcados en su crianza, en acompañarlo y disfrutarlo.
La primera etapa, cuando era bebé fue muy placentera, sencilla diría; sin grandes temores y con una confianza sólida en nuestro hacer para él vivimos adaptándonos a sus necesidades.
Con el paso de los años, la demanda de energía y de tiempo compartido ha requerido de mí muchas renuncias.
Deseo recuperar un poco de ese espacio personal y vital que me es tan necesario.
Deseo que de alguna manera comprenda que mamá ya no quiere darle la teta, que pueda encontrar en mis abrazos, en mis caricias, en un arrullo otra forma de darle afecto y contención.
Tengo la ¿fantasía? que estando allá rodeado de tíos y abuelos sea este paso más sutil.
Aquí no encuentro el modo de desapegarnos. No me gusta negarle el pecho y no se lo niego, pero tampoco me siento cómoda cuando lo reclama con tanta intensidad.
Me asusta que tenga tanta urgencia y que yo no sepa o no pueda encontrar alternativas a esos reclamos.
Por otro lado, todo este tiempo hemos estado solos con mi pareja para tomar deciciones con respecto a su crianza y ahora, conviviendo con otras gentes, familia para más, no quisiera tornarme belicosa o demasiado estricta, aunque tampoco es mi plan abandonar el camino que decidimos tomar en cuanto a relacionarnos con Nahuel.
Resumiendo; deseo como agua de mayo aflojar un poco el lazo madre-hijo, darle un poco de juego pero temo que soltándolo pierda el control.
De eso se trata: MIEDO A PERDER EL CONTROL.
Y sospecho que este es un punto importante en la crianza. No aferrarse al control total.
Quisiera que en la medida de lo posible comentes o comenten otras madres como han vivido el destete y esta etapa de separación que comenzamos a transitar este hermoso niño y yo.
Muchas gracias por esta iniciativa y los mejores deseos de continuidad y crecimiento compartidos.

2 comentarios:

  1. ¡Hola, Mara!
    El tema del destete es un punto intenso que cada madre con su bebé vive a su manera. Hay mujeres que viven un destete muy natural en el que el niño se deja de interesar paulatinamente por el pecho, mientras que otras lo sienten como un drama en el que su deseo y el deseo del niño no casan en absoluto.
    Suele pasar que a partir de los dos años, pasada la etapa del puerperio, muchas madres sienten la necesidad de recobrar parte de su espacio personal, de la misma manera que el niño ya tiene cierta necesidad de explorar el mundo más allá de la madre (en el sentido de que ya camina y se mueve autónomamente), y el padre, como agente activo que comunica al niño con el mundo exterior, puede ayudar en esto. Muchas veces nos damos cuenta de que la crianza polariza más aún los roles masculino y femenino, llevando uno hacia afuera y otro hacia adentro de manera natural.
    Esto lo explico porque en mi caso, lo viví así: el destete nocturno fue un drama, porque yo lo decidí y mi hija no tomó esa decisión. Tenía dos años y tomaba pecho varias veces de noche. Yo estaba agotada, y desde dentro sentía que tenía que hacerlo. Fue muy duro, pero lo hice porque lo sentía así, y porque lo vivía mal.
    Más adelante, tuve también lo que tú cuentas, esa necesidad de espacio. Fui espaciando las tomas de una manera más o menos natural pero forzosa, pero de nuevo salió de mí, no de ella. Fue un destete, diría, muy imperfecto.
    El destete total se dio un verano que, con tres años, se fue con su padre (estamos separados) varias semanas. Claro, ahí no había teta, y se acabó.
    Quizá otras compañeras puedan contarnos su experiencia, pero quizá puedas aprovechar ese espacio con la familia para ir rebajando las tomas. O quizá salga del mismo Nahuel, ¿quién sabe? A veces nos sorprenden.
    El asunto clave es mirar también cómo nos sentimos nosotras respecto a la lactancia. Si para nosotras es un disfrute, o en cambio una carga. Creo que es interesante que puedas observar cómo te posicionas tú, cómo lo sientes. Si lo disfrutas, pero necesitas más espacio, quizá puedas encontrar la manera de compaginarlo. Es muy importante escucharse a una misma también, a la vez de tratar que el destete no sea traumático para ambos y no sufráis.
    Lo que quizá también es importante es que, decidas lo que decidas, el límite que pongas respecto a tus necesidades sea claro. Puedes acompañar a Nahuel amorosamente ante la frustración que pueda surgir, no tienes por qué enfadarte, juzgarte o juzgarle. Puedes hacerlo desde otro lugar, explicándole que le quieres muchísimo pero que necesitas espacio, o que estás cansada. Seguro que él lo vive de manera distinta. Y puedes hacerlo poco a poco, para que no sea tan brusco, quizá ofreciendo brazos en vez de teta cuando se caiga, por ejemplo, aunque imagino que por lo que cuenta, esto ya lo haces.
    Te envío muchos ánimos y a ver si otras compañeras se animan con su experiencia, ¡es un momento difícil en el que se mueven muchas cosas!
    Un abrazo!

    Mónica

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  2. Queridas Mara y Mónica,
    Coincido con las bellas palabras de Mónica y sobre todo, en acompañar amorosamente a Nahuel en sus (pequeñas y temporales) frustraciones. Me quedo reflexionando sobre ello y pienso que, desde luego, el destete es algo pasajero, una etapa más en el largo camino que vamos a recorrer con nuestros hijos.

    Cuando Nahuel tenga cinco, diez, quince años, él no recordará cuándo dejó de tomar el pecho. Lo que sí quedará en él es el "cómo": si escuchó enfados, ironías, llantos o si le germinaron en el corazón risas, canciones, fantasías, ternura.

    A diario reflexiono sobre esto con mi maestro espiritual "personalizado": mi hija de 15 meses. Ella es mi mayor desafío a la paciencia y al auténtico amor... a diario. Y no es una práctica sencilla, no. Es confrontar continuamente quiénes hemos sido (todo nuestro condicionamiento) y quiénes deseamos ser... de corazón.

    Una vez leí, creo que fue a Salvador Paniker, que el amor no es más que una comunicación muy profunda. Y ciertamente sería equivocado pensar que sólo nos podemos comunicar desde la razón y la palabra. Con nuestros hijos de uno o dos años no podemos hacerlo así. Pero sí podemos hacerlo desde una continua Atención. Desde la escucha profunda. Desde la palabra y la sonrisa que vienen del corazón. Y esto hay que cultivarlo, porque (por desgracia) no a todos nos criaron así (sobre todo si hubo muchos hermanos...). Creo que cada uno lo tiene que aprender en su propia experiencia diaria con los hijos.

    Un afectuoso abrazo,
    Rosanna
    pd. Mónica, siento no haber podido ir a la presentación de este hermoso proyecto. Mi hija está enfermita.

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